Granja experimental (2ª Ed.) by Lou Carrigan

Granja experimental (2ª Ed.) by Lou Carrigan

autor:Lou Carrigan
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
publicado: 1981-06-30T22:00:00+00:00


CAPÍTULO V

Adam Morgan y Beverly Warden se pusieron en pie. Adam la miró, crispando el rostro, dirigió una veloz mirada a su hermano, y volvió a mirar a la doctora.

—¿Qué les ocurre? —susurró—. ¿Qué les han hecho, qué les están haciendo?

—No lo sé, Adam —susurró Beverly.

—Están… como bestias atontadas… Comen porquerías, hacen el acto sexual por las noches sobre montones de excrementos, comen con los cerdos, trabajan en nada y para nada… ¡Los están convirtiendo en… en seres infrahumanos!

—Si… Eso parece.

Parecía que a Adam le costaba alejarse de allí. Beverly le tomó de la mano una vez más, y tiró de él. Se dirigieron hacia el bungalow, ante el cual estaba esperando Lowell, que emitió un silbido. En el acto, tres de los perros se acercaron rápidamente, escoltando a Beverly y Adam hasta el bungalow, siempre en silencio.

—Están entrenados para perseguir y matar en silencio —dijo en voz muy baja Beverly—. No podemos olvidar eso, Adam.

Éste asintió. Llegaron al porche. Lowell señaló la puerta abierta, y entraron en el bungalow. Lowell y los perros entraron detrás. Lowell señaló una puerta abierta, a la izquierda del vestíbulo, decorado a estilo africano; había máscaras, escudos, lanzas, pieles de leopardo… Adam y Beverly se miraron, pero no hicieron comentario alguno.

Entraron en una sala en cuyo techo había un ventilador de enormes aspas, inmóviles en aquel momento. La decoración era parecida, todo sugería cualquier bungalow del más puro estilo africano. Había un gran ventanal por el cual se veía una porción de cielo y las copas de algunas palmeras.

En una pared había más lanzas, más escudos, una cabeza de león, unos colmillos de elefante… Todo era tan sorprendente que cuando finalmente se fijaron en el hombre apenas mostraron sorpresa alguna.

Y, sin embargo, si algo había allí realmente sorprendente y extravagante era el hombre llamado Marvelous Man. Era altísimo, no menos de dos metros, y delgado como un spaghetti. Calzaba sandalias de color rojo, vestía una bata blanca larguísima, y cubría su cabeza con un salacot igualmente blanco. Su rostro parecía de pájaro, de facciones afiladas, nariz ganchuda, boca grande. Llevaba lentes de miope. Sus cabellos, abundantísimos, parecían un revoltillo de estopa roja. Todo su rostro, sus manos, estaban salpicadas de pecas.

Era todo un esperpento.

—Os dije —habló con voz chillona, mirando a Lowell— que no quería que les pegarais tan fuerte con los látigos. Si se les hace sangre, luego pueden coger cualquier infección.

—Se nos fue la mano con este negro —se disculpó Lowell—. Se puso bravucón y ofensivo, Marvelous.

—¿Ah, sí? —La miope mirada cayó como un frío impacto sobre Adam Morgan—. ¿Qué hacéis de pie ante mí? ¡De rodillas los dos, negros!

Beverly se apresuró a arrodillarse, tirando de una mano de Adam, obligándole a hacer lo mismo, si bien Adam pensó que de no haber estado allí Beverly las cosas habrían sido muy diferentes… Por su parte, Beverly miraba detenidamente a Marvelous Man, fija su oscura mirada. ¿Qué tenía de maravilloso aquel ser esperpéntico? Pero sobre todo, ¿qué había en su cabeza, qué ideas bullían en su mente…?

—Así me gusta —sonrió Marvelous Man—.



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